Genésis
Al principio no
era nada, y de repente…
Una vez fuiste
pibe. Sí, todos fuimos o somos pibes. Aunque a veces cueste creerlo de algunas
personas, pues como decía el gran Salvador Allende: “Hay jóvenes viejos, y
viejos jóvenes”, todo el mundo, por un devenir natural, tuvo que ser niño.
Dice el poeta
bohemio de fines de siglo XIX, Rainer Rilke, que “la patria de un hombre es su
infancia”. De cierto modo apunta al único estado del cual no nos podemos
exiliar, de donde no nos podrán expulsar jamás, y aunque nadie nos haya echado,
siempre añoramos regresar.
La infancia. Ese
período de la vida tan estudiado por los psicoanalistas, tan fotografiado por
nuestros padres y familiares. Ese momento en el que nos creemos eternos, en que
las historias siempre tienen final feliz. Y en algún instante de su desarrollo,
ya sea por el impulso de nuestros pares, ya sea por motivación propia, o bien por
algún comentario perdido de alguna conversación escuchada en un taxi o
colectivo, el niño formula la pregunta.
Los padres saben
que el momento va a llegar. Es inevitable, es parte de la maduración. “La etapa
de los porqués” la llaman algunos.
Indefectiblemente, una vez que su hijo escuche la respuesta, ya no será el
mismo de antes. El momento en el que el crío decide sacarse esa duda visceral,
que le carcome las entrañas, puede ser cualquier situación de la vida
cotidiana. Algunos lo habrán preguntado en la comida, otros antes de dormir.
Los que tenían hermanos mayores ya hablaban de ello en la clase delante de la
señorita, quien ante el acoso casi periodístico de los más sobreprotegidos,
decidía huir por la tangente, derivándole el problema a los progenitores.
En cuanto a la
familia, existe también, un código particular. En el caso de los hombres,
cuando somos niños y le hacemos la
pregunta a cualquier mujer de nuestra familia, generalmente obtenemos
respuestas evasivas o nulas. Por otro lado, al intentar resolver tamaño enigma
con nuestros tíos o abuelos, ellos suelen plantearnos que “esos temas los tenés
que hablar con tu viejo, che”.
Y entonces lo
logramos.
Planeamos bien
el momento, sabemos que de ello dependerá nuestro futuro, nuestra reputación en
la escuela, nuestra vida, por qué no.
Elegimos el
espacio y el tiempo, y todo se sucede con asombrosa velocidad:
-
Papá, ¿podemos hablar de hombre
a hombre? Te tengo que hacer una pregunta
-
Sí hijo, decime.
-
¿De qué cuadro sos hincha?
-
De Huracán, Juan.
Y nuestro camino
se comienza a escribir, ya no hay vuelta atrás.
Juan
Rey, para Revolución Quemera.