La tribuna visitante
fue un presagio
Esa
otrora tribuna que albergó un inmaculado Alumni, que vio extendidos los trapos
longitudinales de las multitudinarias hinchadas cuervas, del Rojo, de la Acadé,
de Boca, River o de “los canallas” de Central.
Esa
tribuna llena de hinchas de Chicago, un jueves cualquiera, contra los gallegos
del Deportivo Español.
Se
veía siempre colmada.
Hoy
está vacía, producto de esta violencia que supera la década ganada... que pone
de manifiesto esta carencia ética-cultural-económica de este contradictorio
país que lanza cohetes satelitales mientras mucha gente mendiga por las calles
"sin pan y sin trabajo" como en el óleo de De la Cárcova.
Ayer
no estaban los hinchas rivales que en algunos casos bajo el rótulo de neutrales
aparecen en la tele de "Fútbol para Todos".
La
tribuna, junto al estadio todo, aparecía ayer radiante bajo un cielo azul
celeste donde brillaba el sol.
Un
Globo gigante, solitario, en el centro, presagiaba la fiesta.
Y
eso fue el primer tiempo.
El
Globo, un Huracán erguido, se llevó por delante, con juego, a un Sarmiento de
Junín intrascendente.
Apenas
una ráfaga, una pequeña brisa, hizo que el Globo gigante, vaya uno a saber por
qué desperfecto, comenzó a esconderse casi desinflado, por una de las bocas de
acceso de esa tribuna supuestamente visitante.
Sus
dueños o algún hincha, como si fueran los jugadores suplentes que habían
ingresado con el correr del segundo tiempo, trataron de inflarlo, sujetarlo,
repararlo.
No
pudieron.
Permaneció
allí, mustio, sin fuerzas, dilapidando su historia.
Como
el equipo.
Pasarán
los años.
Pasarán
los -estos- jugadores.
Pasarán
los dirigentes.
Lo
que no pasará es el amor
de la gente.
Pero
estamos cansados.
Perdiendo
la fe.
Arq.
Marcial Sarrías
para Revolución Quemera