29.14
Tiene
su paradoja la lectura de los números.
Hace
ya años ENTEL nos presentaba nuestro número telefónico con seis dígitos, que se
leían de a pares.
Así:
noventa y uno (la vieja “característica”), continuando de a uno por vez: cinco,
uno, siete, cinco.
Con
la incorporación de la telefonía celular, uno que ya supera los ’60, mantiene
ese esquema: quince, cinco o seis, ocho seis, ocho seis.
La
“recarga” es un problema.El empleado –joven- del locutorio repite los mismos de
acuerdo a su impronta generacional.
Ciento
cincuenta y cinco…ochenta seis…ochenta seis o ciento cincuenta, ochocientos
sesenta y ocho…seis.
Las
neuronas se agitan menos y uno debe esforzarse para acatar su decisión.
Esta
absurda introducción numérica iniciará este breve relato.
Patagones era 29.14.
No
dos mil novecientos catorce.
Allí
paraba el 118.
Era
la casa más linda de la cuadra.Palabra de arquitecto.
Entre
Zabaleta y Monteagudo.
Hacia
el sur, el lado pobre después de Av. Caseros.
A
metros del Glorioso Parque de los Patricios.
Eclecticismo
puro.
Fachada
italianizante con dos balcones afrancesados con herrería cuasi española.
Corto
zaguán con mármol de Carrara, puerta cancel de vidrio repartido y cortinas al
crochet tipo visillo.
Hall
de distribución con importante vitraux que comunicaba con el comedor y el
escritorio (los dos balcones franceses eran su iluminación y ventilación).
Y el patio.
Y
la pulpo que rompía revoques, plantas y macetas.
Y
la Quita que se enojaba.
Y
el abuelo que consentía.
Y
el raspón de la caída que ardía…
La
cocina chica, el lavadero descubierto, los baños al fondo, las piezas de la
distribución “chorizo”, inmensas, con su encerada pinotea.
Sólo
después de los doce, con los largos y la secundaria, tuve acceso al cuarto de
arriba.
Junto
a la terraza y al limonero.
El
limonero de Francisco, el vecino gordo, al que medianera por medio “ meábamos”
con Pipa para no tener que bajar a los baños
mientras estudiábamos el “inglés” de la teacher Betty.
No queda nada del 29.14.
Sólo
al fondo y a través del cerco de obra de chapa oxidada se dejan ver restos de
azulejos carmín de la cocina que sobrevivieron a la demolición.
Demolieron mi niñez, no
mi recuerdo.
La vida es lo por venir,
no lo que fue.
Lo
que fue, lo que ocurrió naturalmente existe pero lo que nos hace vivir y querer
la vida es el futuro… y el futuro se construye con proyectos.
Ojalá no demuelan a
Huracán, debemos aportar proyectos.
Arq.
Marcial Sarrías ,
para revolución Quemera